jueves, 4 de febrero de 2010

RELATO EROTICO: LA MARTA

El espejo de la escalera, fiel y cómplice habitual la devolvía como una mujer de hermosas y contundentes formaciones, su cara angulosa, preciosa y bien cuidada gracias a los humectantes que le imprimía su inseparable aceite de oliva.
Gustaba de verse los con los labios acolchados y entreabiertos mostrando su dentadura perfecta y agradable , era entonces cuando aprovechaba pasarse la lengua por encima. Y de abrir la boca a la par de cerrar sus ojos, era entrar en una nube de encantamiento y transformación irreversible.
Cada movimiento hábil de su mano marcaba y dirigía hacia una parte de su cuerpo: sus tetas, su cuello, un solo dedo apuntando a su ombligo hasta abrirse la mano como tarántula apretando la frente de su coño brillante. Y de ahí la habilidad en sus dedos para darse placer en el sitio que sólo ella conocía.
Se ambientaba como lo haría una exquisita estrella de cine: tenues luces realzando el muy bien escogido color de las cortinas bordadas y frágiles que la acariciaban y dejaban entrar la brisa suave para desordenarle sus cabellos con todo consentimiento.
Esa misma madrugada volvió a soñarse, a verse a sí misma con sus senos hinchados deseosos de escaparse de la transparencia de sus ropas íntimas. Esa tela tan hermosa y tan suave, casi su segunda piel que la envolvía como una prenda preciosa. Allí asomábase la punta rosada y brillante de sus pezones. La curvatura de su cintura cada vez más pronunciada con cada movimiento ondulante y envolvente. Se había vuelto una experta en movimientos eróticos, y en honor a ello no podía menos que acariciarse toda, posar hasta dar sin mucho esfuerzo con un perfil cada vez más sugerente y provocador. Se asustaba y se maravillaba de ella misma, de su belleza, del encanto de su estampa. Se asustaba de tener tal fiebre de sexo.

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