viernes, 13 de noviembre de 2009

RELATO EROTICO: AQUELLA NOCHE ...(4ª PARTE)

... Me senté en el sofá y empezó a darme un gratificante masaje en la espalda. La verdad es que me dejé llevar. Ese hombre cada vez me envolvía mas y a mí me gustaba.
Tenía unas manos muy suaves – como de un cirujano,... o de alguien que hubieses trabajado poco – y comenzó a desnudarme. Mientras me quitaba cada pieza me lamía la piel con tanta dulzura que parecía que quería beberme.
Desnuda ya y él aún vestido, me llevó a la habitación. Allí lo desnudé mientras le besaba esos carnosos labios y me comía con ansia su lengua.
Comprobé la anchura de su espalda y le vi un leopardo tatuado de hombro a hombro. Era hermoso, era excitante. Su piel morena brillaba bajo la tenue luz.
Su culo, para ser de un hombre, era casi perfecto y su pene, erecto, le llegaba hasta el ombligo. Tenía un capullo muy bonito, sonrosado, centrado y el grosor exacto para mí.
Acaricié su pecho y mordisqueé sus pezones. Un suspiro de gusto se escapó entre sus labios y noté su miembro reaccionando, tocando mi vientre.
En el dormitorio había una cama redonda, me dijo que me acostara y que cerrara los ojos. Así hice.
Unas manos algo frías me acarició los pechos. Abrí los ojos y sin saber de dónde había salido, delante de mi, en la penumbra, estaba la silueta de una mujer.
Tenía un pelo lacio y largo hasta la cintura, unas tetas grandes con pezones pequeñitos y un pubis completamente afeitado. Su piel era más morena, quizás de alguna raza que no llegué a preguntar. Ojos negros y rajados, como si fuera una máscara de carnaval, de color púrpura.
Y recuerdo una cicatriz casi oculta entre el labio superior de la boca y la nariz, un poco chata. En conjunto resultaba bastante atractiva.
Su boca se mezcló con la mía y un sabor a menta inundó mi garganta. El nos miraba sentado en el otro extremo de la cama, mientras se acariciaba los testículos.
No quise moverme, no quería sentir, no quería suspirar, mas la sensación era sublime, nueva para mi. Me abrió las piernas, como quien abre un regalo, y fue buscando mi clítoris.
Mientras su lengua jugaba por mi zona más preciada, con sus dedos retorcían con suavidad mis grandes pezones. Yo lo miraba y él de lamía los labios jugando con su aparato.
Ella se subió en lo alto de mí, sus pechos rozaban con los míos, su vientre plano y húmedo de apretaba a mí y su pubis se frotaba con el mío en un movimiento continuo que me inundaba de placer y de una sensación nueva, diferente a lo que conocía...

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