viernes, 13 de noviembre de 2009

RELATO EROTICO: AQUELLA NOCHE... (5ª PARTE)

... Se echó hacia un lado y los dedos de aquella morena exótica se iban introduciendo por mi vagina, que cada vez estaba más dilatada. Yo empecé a comerle las tetas que me llenaban la boca y él se situó detrás de ella y la penetró muy despacito.
Los músculos de ese hombre se marcaban cada vez que empujaba, y cuanto más lo hacía más me gustaba observarlo.
Me incorporé y le dije que yo también quería probarlo. Metió su polla en mi boca a la vez que aquella mujer me humedecía el coño, me introducía sus dedos a ritmo de salsa.
El le susurró algo al oído y ella cogió un lazo que había en la mesita de noche y ató mis muñecas al cabecero de la cama.
Yo me dejé hacer.
Ella, llamémosla María, porque nunca supe su nombre, me decía con voz entrecortada que yo era muy bonita.
Una vez atada, instó a Manfredi: ¡fóllatela!¡fóllatela ahora!
Y el se me acercó, y yo estaba empapada en sudor, y mi corazón latía por lo menos a 100 por hora.
Sus manos fuertes y huesudas tocaron mis tetas y con dos dedos me cogió los pezones, tirando de ellos mientras me penetraba con ímpetu.
Grité de placer y de dolor al mismo tiempo.
No quería correrme todavía y así se lo dije.
El hecho de estar amarrada y no poder moverme con libertad me excitaba aún más. María se masturbaba con una polla negra de látex que introducía en su vagina una y otra vez en tanto se lamía a sí misma los pezones.
Manfredi me agarró por la cintura y comenzó a nevegar dentro de mi, primero suavemente e iba acrecentando el ritmo, y yo disfrutaba como nunca antes lo había hecho.
María se acercó a mí y me besó, sus tetas se juntaban con la mías, su coño era rellenado por aquella polla de plástico duro y Manfredi me seguía follando mientras me palmeaba el culo.
- ¡Me corro! – Grité casi sin aliento.
- ¡Córrete mi pequeña!¡échamelo todo! Que yo te voy a llenar con mi leche todo tu cuerpo...- me decía con las venas casi seltadas.
Sus palabras azotaron el interior de mi cuerpo, María gemía junto a miy un calor inmenso invadía mis sienes.
Empecé a correrme revolviéndome, casi sin poder por la ataduras, sobre las sábanas empapadas de sudor.
Después saco su falo de mí y lo puso sobre mi vientre y con una mano cogió a María por los pelos y acercó su boca a su capullo mientras éste disparaba chorros de leche sobre mí.El grito sordo de Manfredi quebró el silencio de la noche en aquella habitación y caímos rendidos, uno sobre el otro, en aquella cama redonda...

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