jueves, 9 de junio de 2011

Arte comestible (parte II)

Viéndole tumbado sobre la cama agradecí sus tendencias metrosexuales. Su pecho perfectamente depilado se me antojaba un lienzo perfecto para expresar mi reciente creatividad gastronómica. Nunca se me había dado bien el dibujo, ciertamente, pero en ese momento me importaba bien poco. Con el bote de chocolate en una mano y el pincel en la otra me senté a horcajadas sobre él, notando de paso cómo su miembro se hinchaba cada vez más, anticipando sin duda lo que debía venir.

Empecé dibujando cualquier cosa, círculos alrededor de los pezones, líneas rectas y curvas entre ellos y su ombligo, poco importaba. Era sólo una prueba. Razonablemente contenta con el resultado decidí aventurarme con algo más complicado. Antes debía borrar mis garabatos. Con evidente placer los lamí despacito, sintiendo su piel reaccionar ante el contacto con mi lengua. De nuevo su miembro se endureció otro poco más. Me estaba excitando mucho, pero aún no había hecho más que una pequeña prueba. Tomé de nuevo el pincel y le miré con ojos de deseo. Intentaría dibujarle a él. Lógicamente no tenía ninguna esperanza de que el resultado fuera muy bueno pero a ninguno de los dos le importaría lo más mínimo.


Empecé a dibujar con una mano mientras con la otra le iba acariciendo las partes del cuerpo que me quedaban más a mano. Me equivoqué. Lamí para corregir. Seguí pintando, cada vez más deprisa, cada vez más excitada. Ni siquiera terminé. Los dos estábamos ya como motos así que, ante las dificultades de un retrato tan complejo opté por abandonar. Me lancé sobre su pecho y chupé, mordí y acaricié cada centímetro de su piel mientras él gemía. Pronto pasé a otras zonas. Su miembro me llamaba descaradamente y tras decorarlo levemente con mi sabrosa pintura pasé a hacerle una larga y lenta felación que terminó de ponerlo a mil por hora, ni más ni menos como estaba yo misma. Entonces quiso invertir los papeles. Tomó él la pintura, me tumbó sobre la cama y se dedicó a decorar mi vulva. Apenas podía esperar al momento de borrar sus propios garabatos, cosa que hizo con su maestría habitual. Tras llevarme a un primer orgasmo, introdujo con cuidado su miembro en mi interior y con extraña parsimonia me fue penetrando despacio, cuidadosamente. Quería volver a llevarme al límite antes de permitirse a sí mismo dejarse ir. Su control fue tal que consiguió trasportarme al séptimo cielo por segunda vez justo en el momento en que él mismo estallaba en su propio explosivo orgasmo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuéntame qué piensas